Antón Reixa, Presidente de la SGAE, denuncia prácticas irregulares que permiten que personas y entidades absolutamente desconocidas ganen cantidades indecentes de dinero que pertenecen a los autores.
El origen es un mal endémico de la sociedad española en general: la picaresca. Las televisiones pagan una tarifa anual a la SGAE por la utilización de su repertorio. Desde hace unos años, las televisiones han creado editoriales musicales para registrar algunas de las composiciones que utilizan. De esta forma se aseguran un retorno de parte del dinero que han pagado a final de año, en forma de derechos de autor. Hasta aquí, bien.
El problema empieza cuando se abusa del sistema. Las emisiones diurnas han desterrado los programas musicales, mientras que las madrugadas están repletas de música inédita, que suena de forma casi inaudible en segundo plano y que no podemos escuchar en otros medios de comunicación, porque muchas veces están compuestas ex profeso para esos programas nocturnos.
Esto crea un primer problema: unos pocos autores completamente desconocidos acaban recaudando cifras que superan el millón de euros, en detrimento del resto de autores cuya música es ignorada por las televisiones, lo cual limita la diversidad cultural y artística de la música que se emite, pero sobre todo reduce considerablemente los ingresos potenciales del resto de autores (los ingresos por emisiones en televisión representan el 50% de los ingresos totales de la SGAE). En lugar de emitir cientos de canciones de otros tantos autores y repartir de forma más democrática los beneficios, solo diez o quince se llevan la mayor parte del pastel.
Pero esto no es lo peor. Los músicos aceptan grabar esos programas sin cobrar y las editoriales musicales de las televisiones les obligan a ceder el 50% de lo que les corresponde como derecho autor (el máximo permitido) sin posibilidad de negociación. Además, en muchos casos, los autores reales tienen que pactar cesiones de coautoría con unos testaferros, que declaran las obras como suyas en la SGAE.
Es decir, que encima la mayor parte del dinero que generan las emisiones no va a los autores, sino a misteriosos intermediarios (unos diez, según denuncia la SGAE) y a las propias editoriales. Y la crisis ha hecho aumentar el número de músicos profesionales que se avienen estas condiciones leoninas.
Antón Reixa ha anunciado que abrirá expedientes disciplinarios a los socios en cuyas últimas recaudaciones se hayan detectado indicios de irregularidades. Además, pretende presentar una propuesta de cambios en el reparto de televisión.
Desde UFI celebramos la decisión de la SGAE de investigar estas irregularidades, y apoyamos cualquier medida encaminada a mejorar la transparencia de las entidades de gestión.